Los platos tradicionales de una región atraviesan recetas, trascienden aromas, y van más allá de la explícita y deliciosa experiencia de textura y sabor que repentinamente el paladar puede sentir.
En Aloha Vera somos amantes de estos detalles que dejan entrever, costumbres, cultura, productos regionales, y el paso de los años a través del lente que viaja en el tiempo hacia un pasado para justamente tener presente, recordar y honrar.
Por ello, nuestras experiencias turístico idiomáticas junto a la propuesta educativa en lengua española tienen un sello especial, un sabor que nuestros alumnos y curiosos no olvidan, el sabor de la tradición, el comprender y sobre todo, vivir la cultura.
En esta búsqueda por testimonios auténticos de pobladores Jarndillanos, nos encontramos con Aarón Vegas Olmos, quien muy amablemente nos abrió las puertas de su cocina, de su pasión, y su historia.
Con sólo 26 años, Aarón es cocinero, y poblador según dice el “de toda la vida” en Jarandilla. “Los rincones con encanto que tiene y la esencia de la gente” eso es lo que identifica como preferido de Jarandilla.
El plato que nos lleva hasta Araon es el Cochifrito o Cochinillo, esa delicia tradicional Extremeña que hoy traemos a la mesa. “Hay una frase que me gusta mucho y es “Quien sabe hacer arroz, sabe cocinar” nos cuenta Araon mientras da los primeros pasos en la preparación del cuchifrito.
Según él para que el plato quede bien, tiene que estar crujiente por fuera y blandito y jugoso por dentro, y agrega que en el restaurant donde trabaja lo piden mucho, “al ser un plato típico llama mucho la atención de la gente.Lo piden a partes iguales tanto el público local como el extranjero”.
¿Cómo se elabora el cochifrito?
Algunas recetas se aventuran a decir que el secreto del cochifrito es el adobo, siendo sumamente importante dejar la carne cortada en trozos pequeños macerando para que absorba todos los sabores al pimentón, orégano, tomillo, hierba buena y ajo. Luego se fríe en abundante aceite, se puede acompañar con patatas y pimientos fritos… y ¡Que se revolucione el paladar!